Competencias blandas para nuestra juventud
MSc. Fabio Muñoz Jiménez, PMP
Docente, Maestría en Administración de
Proyectos
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En una ocasión, un joven
alumno, probablemente haciendo sus números en función de la inversión que
significa estudiar la disciplina de la Administración de Proyectos, y que en justicia, como toda inversión que
hacemos está sujeta a un retorno esperado; me preguntó como cuánto ganaba un Administrador
de Proyectos (Project Manager o PM). Honestamente creo que no se esperaba la
respuesta.
El punto es que para
ser un PM, y realmente valer lo que se pide se necesita, por supuesto, obtener
el título que lo acredite como Máster en Administración de Proyectos (MAP)
–incluso profesionales certificados en este campo buscan realizar una maestría
en AP-, sino adicionalmente dominar el idioma inglés y una serie de, lo que se
ha dado en llamar, habilidades blandas (que
paradójicamente son las más duras de obtener), entre las que están: comunicación, liderazgo, trabajo en equipo,
motivación y negociación, entre otras. De hecho, varios estudios han demostrado
que las habilidades blandas diferencian en gran medida a aquellos que tienen
éxito de los que no lo tienen, por supuesto contando con capacidades técnicas
similares.
Tenemos entonces que
un PM debe tener una serie de capacidades técnicas como son: establecer el
alcance, diseñar el desglose estructurado de trabajo, manejar los calendarios y
tiempos, procurar conseguir los recursos que necesita, controlar los
presupuestos y generar los reportes de estado del proyecto. Por el otro lado,
será necesario tener una serie de habilidades blandas como las mencionadas:
liderazgo, comunicación, resolución de conflictos, trabajo en equipo,
negociación, diplomacia y don de servicio. Y lo más importante es poder generar
el equilibrio entre ambas capacidades tanto las técnicas que nos indican
algunos principios básicos, como las suaves, que nos ayudan a resolver los
problemas y tomar decisiones.
La Maestría en
Administración de Proyectos de la UCI tiene una materia llamada “Destrezas Gerenciales” en la que se
aborda esta temática y en la que se procura, en la medida de lo posible, dotar
a los estudiantes de instrumentos de diagnóstico personal –y de personal- y de
la conciencia de desarrollar estas habilidades blandas. Obviamente, el solo
hecho de llevar esta materia no hace a los estudiantes adquirir estas
destrezas, sino que eso va a depender más de la voluntad, la práctica y la actitud
misma que asuma el estudiante en el ambiente laboral en el campo de la
Administración de Proyectos. Por tanto,
el determinar cuánto puede llegar a ganar un Administrador de Proyectos está en
función de todos estos factores y no solo del hecho de obtener una
certificación o un título académico.
Hasta aquí la respuesta.
Ahora bien, la
inquietud de este joven, muy válida por cierto, nos mueve a buscar ¿cómo lograr
ese equilibrio en nuestros futuros PM? Para ello tenemos que volver los ojos
hasta nuestro Sistema Educativo desde Primaria y Secundaria.
A todos los que somos
padres de familia, nos halaga que nuestros hijos no tengan problemas con
Matemáticas o Ciencias y que destaquen en sus calificaciones. Esto porque nuestro
Sistema Educativo está diseñado para dar énfasis a lo
científico matemático sobre todo lo demás y por eso sus esfuerzos van enfocados
a desarrollar esos talentos.
Por esa razón, sobre
todo en los últimos años, hemos observado en nuestros entornos laborales como
muchos jóvenes que en teoría han sido capacitados para que puedan obtener un
empleo, lo pierden por asuntos de impuntualidad o porque no tienen la
inteligencia emocional necesaria para relacionarse con su jefe o para formar
parte de un equipo de trabajo, o ajustarse a las normas, horarios o procedimientos.
Esto se está presentando porque nuestras escuelas y colegios están dedicando más
horas al aprendizaje de las habilidades técnicas que a la formación del
carácter y de las destrezas blandas que requiere un buen PM.
Ante este panorama, es
importante que nosotros, los Gerentes de Proyectos que estamos en este medio, actuemos
desde ya como agentes de cambio, empezando por nuestros hogares y llevando la
iniciativa a las escuelas y colegios para que incorporen en su currículum la
necesidad de formar esas competencias blandas.
Pero poder
desarrollar en los jóvenes estas destrezas, como las habilidades de
comunicación, liderazgo, colaboración, adaptabilidad, implica mucho más que
capacitar, practicar y evaluar. Los elementos culturales, sociales, de
autoestima, auto motivación, de actitud, y muchas otras más que cada uno "llevamos
dentro", intervienen en la aceptación, comprensión y aprendizaje real de
dichas habilidades. Ello hace necesario promover
un cambio en el comportamiento y en los hábitos de estos jóvenes, que redunde
en un incremento general de su productividad, y eso solo se logrará con el
ejemplo, la
seriedad con que abordemos nuestros trabajos, la exigencia y el llamado a la
responsabilidad de la juventud y sobre todo, mediante la convicción de que con
la voluntad que le pongamos, estos muchachos van a llegar al punto de asumir
los compromisos con mayor responsabilidad y autonomía y en vez de quejarse por
el trabajo, van a aprender a enfrentarse a él con fortaleza y coraje.
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