Un nuevo flautista
de Hamelín
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Solo que ahora podemos defendernos –
MSc. Fabio Muñoz Jiménez, PMP
Docente, Maestría en Administración de Proyectos
Universidad para la Cooperación Internacional
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Vamos
a empezar con un breve repaso a esta leyenda.
Allá por el año 1284, la ciudad de Hamelín en Alemania, estaba infestada
de ratas. Un día apareció un desconocido que ofreció sus servicios a los
habitantes del pueblo para acabar con el problema. A cambio de un premio, el desconocido
prometió librar al pueblo de todas las ratas, a lo que los habitantes del
pueblo se comprometieron. Entonces el flautista empezó a tocar una música
encantadora que hacía a las ratas abandonar sus escondites y seguir aquella
tonada. Una vez que todas las ratas se reunieron en torno al flautista, él
empezó a caminar y aquellas lo siguieron como adormecidas. El flautista se
dirigió hacia un río y las ratas que iban tras él murieron ahogadas. Hasta aquí
se escribe la primera parte de la historia.
Con
gran asombro, el pueblo aceptó los resultados pero no pudieron o no quisieron
pagar el precio (seguramente y esta es la parte no revelada de la historia,
además de lo pactado, el flautista cobró viáticos, impuestos, derechos de
propiedad intelectual y costo de las licencias de su música). Entonces, debido
al incumplimiento del pueblo con su paga, el flautista prometió vengarse. Y así
lo hizo.Mientras los habitantes del pueblo estaban en la iglesia, el hombre volvió a entonar su contagiosa música, y esta vez fueron los niños los que le siguieron y juntos abandonaron el pueblo. La leyenda original dice que jamás se volvió a saber de ellos, pero en la adaptación de los Hermanos Grimm, el pueblo tuvo que pagar para ver a sus hijos de vuelta.
Leí esta historia en la versión de los Hermanos Grimm y siempre estuve de acuerdo con el flautista. Él hizo su trabajo, aportó el talento, ¿por qué no le pagaron? Hoy día, valorando otros aspectos, considero que el pueblo quizá tenía sus razones. Para ello vamos a analizar ¿qué aportes o lecciones aprendidas nos deja esta historia?
Que estuvo mal.
La
solución pudo ser diferente. Después de todo, siempre tuvieron que pagar, pero
a la mala. Es obvio que el flautista difícilmente hubiera revelado y menos aún
compartido, su mágico talento, pero al final, era humano como todos, lo cual
indicaba que cualquier otra persona podría hacer justo lo que él hacía. Si no
uno solo, al menos entre varios, con la sinergia que genera el aporte de ideas
en equipo. A lo mejor el pueblo consideró que de haber pagado, habrían aceptado
una relación de dependencia con el flautista, lo cual no necesariamente es
malo, pero es dependencia al fin. Otra alternativa que pudieron haber valorado es
que aún cuando hubiesen podido pagar, las ratas tal vez regresarían al pueblo,
después de todo, las ratas no son una especie extinta. Cualquiera que hubiese
sido la razón, lo cierto es que si el pueblo se hubiera propuesto buscar una
alternativa en conjunto, no se habrían sentido sin salida.
Qué estuvo bien.
Ahora
pensemos en el movimiento de Software
Libre y consideremos si la historia tiene semejanza. No se preocupen por
buscar quién sería el flautista de la historia, podría ser cualquiera que venda
su software y no por ello es el villano del cuento, es más, está en todo su
derecho. Más bien, ubiquemos al pueblo que pudo haber buscado mejores y más
acertadas soluciones.El Software Libre está dando la oportunidad a miles de personas alrededor de todo el mundo, y ya lo están adoptando muchos países, de encontrar una opción en conjunto que nos permita trabajar, e incluso vivir con un software sin límite alguno y lo que es mejor sin costo o a un costo muy bajo.
Hoy
día podemos encontrar software libre que puede sustituir casi todas las
aplicaciones privadas que tenemos, … y pagamos.
Existen sistemas operativos, procesadores de palabras, hojas
electrónicas, software para hacer presentaciones, para diseñar páginas Web; en
fin, para cualquier requerimiento que se nos ocurra, y todos ellos con un nivel
de rendimiento igual o superior a las aplicaciones privadas que requieren pagar
un derecho por el uso de sus licencias.
Son recursos totalmente legales, con posibilidad de soporte local y su
adquisición es tan sencilla que se encuentra al alcance de un “click” en Internet. Es software que ya
está presente en teléfonos móviles y computadores, como Mozilla Firefox, OpenOffice
o Android, incluso también hay automóviles y electrodomésticos que emplean
software libre. Este se basa en un tipo de licencia que incluye más libertades
para el usuario: libertad para usar el programa para cualquier propósito y sin
restricciones, para estudiar cómo funciona y adaptarlo a las necesidades de
cada persona (el código fuente está disponible para todo el mundo), para
distribuir copias, y para mejorarlo y
hacer públicas las mejoras.La verdadera economía del software libre se deriva de que no se gasta en pagar licencias. Esto quiere decir que se puede instalar el software las veces que se desee y en la cantidad de máquinas que se decida sin ningún tipo de restricción legal. A través de estas condiciones es evidente que existe una independencia tecnológica; la libertad de emplearlo las veces que se desee es ilimitada.
En este esquema de tecnologías abiertas la detección y solución de errores es más rápida, porque todo el mundo puede acceder al código fuente. Eso hace que las actualizaciones no dependan de criterios comerciales, sino que se incorporen rápidamente y sin costo para todos. Esto permite que los usuarios actualicen sus aplicaciones cuando quieran, rápidamente y de forma gratuita, y no cuando lo imponga el fabricante.
Como dice Gunnar Wolf, un destacado profesor y columnista de revistas de tecnologías de información: ”La experiencia con el software abierto es tremenda: un usuario con algo de curiosidad científica no se volverá a enfrentar a la magia negra de cómo funciona su sistema, simplemente él será dueño de esa magia”.
De
ahí entonces el planteamiento que da título a este comentario: Un
nuevo flautista de Hamelín nos acecha, solo que ahora sí podemos defendernos.
Muy interesante lectura, yo siempre he sido partidario del software libre, soy 100% usuario de Linux, en la distribución de Ubuntu, tanto Client como Server, no tengo queja alguna. Los virus prácticamente no existen, el mismo instalador trae todo los programas que como usuario utilizaremos, otra gran cantidad de programas para descargar, instala los drivers automáticamente, etc. Además que no solo la distribución de Ubuntu existe, existe muchos otros por explorar.
ResponderEliminarNo todo es mágico y sencillo, a veces la instalación requiere de cierto expertice que el usuario regular no tiene. Otro punto a tomar en cuenta es que algunas empresas dan la distribución gratis, pero el soporte si lo cobran, bien cobrado. Otro punto de discordia es que todavía no he podido encontrar algún software libre de ofimática que supere al Office de Windows, tal vez en el futuro los lleguen a superar, pero en la actualidad están lejos.